sábado, abril 27, 2013

CARLOS CASTANEDA: El ocaso del Nahual


(Publicado en EOC nº 62)



Antropólogo intrépido, pícaro fabulador, brujo, invento editorial… Mientras algunos “escépticos” aún dudan de su existencia, el nombre de Carlos Castaneda se ha hecho un eco para siempre en la historia de la literatura y el pensamiento mágico.  Autor de algunos de los libros más vendidos en los años setenta y ochenta, creador de toda una corriente de pensamiento, inspirador de peliculas y documentales, portada de la revista Time… Carlos Castaneda es un mito. Pero también fue un personaje real a quien Carlos Fernández pudo conocer y tratar… viviendo la experiencia con cierto desencanto.  El desencanto de conocer al hombre tras el mito. Ahora lo cuenta su experiencia en exclusiva para El Ojo Crítico.
 


Conocí a Carlos Castaneda en el año 1995, durante una charla que brindo a sus seguidores de habla hispana en cierto local masónico en una calle  de los de Los Ángeles. Expectante al estar tan próximo de el, pensaba en si tendría aquel porte de brujo con aspecto intemporal, eternamente joven del que tanto le habían caracterizado mis compañeras de viaje.  

Tal y como me había descrito un año atrás Concha Labarta, mi anfitriona en el "Nuevo Mundo", nos encontramos con un hombre achaparrado, de hombros anchos, piel cetrina, pelo cano y ligeramente ondulado. Su mirada era jovial, penetrante y siempre estaba sonriendo. Sus ademanes eran vivos propios de una persona inquieta, aparentemente nerviosa, caminando de un lado para otro en medio del pequeño ruedo que apenas le dejábamos, rodeándole, mientras le contemplábamos sin sacarle el ojo, llenos de curiosidad.

Todos sus modos y gestos se me antojaban más propios a los de un actor que a los del sobrio brujo con el que siempre había fantaseado. Curiosa ironía esta por haberle encontrado por primera vez en un escenario en el que toda la magia que se puede ver es la propia del celuloide. Tan pronto irrumpió en escena como una estrella, caminando vivaz entre el público, saludo a todos entre entusiastas aplausos con su ya clásica "coletilla": "Hola, soy Carlos Castaneda". En este momento justo  se le cayeron al suelo las llaves que llevaba en su bolsillo. Aprovechando este incidente y mirándolas con cara de sorpresa, primero hizo un ademán de agacharse para recogerlas, al parecer frustrado (tal vez por su supuesta enfermedad?), por lo que luego aprovecho para hacer una de sus acostumbradas bromas al respecto y con voz irónica exclamo: "bueno, ahí se quedan...". Después de lo cual prosiguió su presentación comenzando a hablar del mundo "eternamente joven" de los guerreros del infinito.
 
Yo, perdido en mis cavilaciones, seguía "erre que erre" a mí manera con lo intemporal y pensaba: este hombre desprecia y se mofa de los gordos maestros de Qi Gong y le gusta hacer gala de su porte juvenil. No solo aparenta ni mas ni menos que la edad que supuestamente en el mejor de los casos se le supone sino que, sin duda envidiaría el ver como muchos de esos obesos taoistas dejan a la altura del betún tan prodigado rejuvenecimiento: sus cabriolas y ademanes fruto de la practica férrea y no del etéreo "intento" plasman con proverbial maestría tal habilidad. Vea si usted gusta el video de mi quería maestra de Kung Fu en mi blog.....

Apenas llevábamos unos pocos días asistiendo a los seminarios que la organización Cleargeen impartía en las instalaciones de la Universidad de UCLA en un estadio de Baloncesto. Diariamente acudíamos allí unas setecientas personas provenientes de todo el mundo. Yo había acudido con un pequeño grupo de España liderado por la malograda Concha Labarta: una compañera de fatigas, fotógrafa si mal no recuerdo, una pareja de psiquiatras, una chica mexicana, mi buen amigo “Miguelito” y una, al parecer, expareja preveniente de Canarias (Juan Morales?).

Tome contacto con Concha por primera vez un año antes gracias a la mediación de mi amigo Manuel Caballal. Al poco tiempo, para mi sorpresa ella acompañada de una amiga, tuvieron la  amabilidad de venir a Galicia durantes unos días a impartirme un seminario de introducción a una disciplina que, como profesor del Tai Chi y Qi Gong  me fascinaba: la Tensegridad. Los tres trabamos buena amistad y finalmente acordaron pagarme el billete a Madrid cada mes para hacer seminarios de Kung-Fu y Tai Chi, a la vez que proseguía mi formación en el otro “camino del guerrero”.

Fue un año lleno de inquietudes y búsquedas espirituales que de por si,  independientemente de lo que viniera después, valieron la pena. Nunca olvidare las charlas interminables que sostenía con Concha y con Miguelito. Con dos visiones muy encontradas uno despejaba con admirable agudeza mis numerosas dudas del, para mi, recién hoyado Mundo. Por otra parte ella, en enconadas discusiones y desencuentros siempre me recordaba aquello que con nostalgia aun conservo en mi recuerdo: el Universo de los Brujos no es un mundo de explicaciones sino de misterios y de paradojas. Este ambiente de crispación prosiguió en nuestro viaje tornando este en algo mas convencional de lo que esperaba, lleno de intrigas discusiones y tiranteces de las que siempre me veía en medio.

Me fui sin dudarlo con ellos a la que parecía ser la primera gran manifestación publica de las enseñanzas de Don Carlos, supongo que, como muchos, preñado de ilusiones por ver de cerca a este enigmático personaje.

Por las mañanas practicábamos en el estadio  la tensegridad en sesiones multitudinarias dirigidas por los llamados “jóvenes aprendices” de brujos. “Lo que cambio la cosa”, pensaba para mis adentros, aquello se parecía mas a los grandes stages de Fitness a los que estaba acostumbrado que a una reunión de brujos. Donde estaba aquel ambiente desértico donde el nagual le habría aleccionado en esos pases de los que nunca antes había hablado en sus libros? Parecía haber llegado la hora del “brujo urbanitas”. Acaso los caminos del Águila eran tan inescrutables como los del Señor? Nada parecía tener el menor paralelismo con un mundo de fantasías, paradójicamente extraído de unos libros de los que constantemente citaba entre llantos, aquellas melancólicas genialidades del legendario Don Juan.
 
Los pases mágicos pese a que ya conocía muchos de ellos, siempre se me antojaban toscos y un tanto teatrales cuando no ingenuos. Cualquier maestro de Qi Gong sabe que sus ejercicios tienen mucha mas “miga” que aquellos ademanes del intento, claramente inspirados en nuestras disciplinas, así como en otros mas propios de los bailes populares... pero siempre quedaba el misterio fácil: al parecer no es la complejidad o lo especial del gesto sino el intento dejado en ellos por los brujos. Puestos así uno se callaba y seguía adelante en denodado intento por sentir como brotaba ese ímpetu  energético que al parecer dejaba a los hormigueos del qi en meras bagatelas. Después nos hablaba jocoso entre carcajadas de los asistentes como su maestro de Qo Gong se había caído por las escaleras, ridiculizaciones del water de su profesor de facultad un tal Gardfinkel  y como Alan Wats le había hecho propuestas deshonestas. To eso debidamente amenizado por frecuentes excavaciones escatológicas sobre el tamaño del miembro de Don Juan y otras inmundicias sublimadas por la segunda atención. Yo no veía en eso más que segundas intenciones por supuesto.

Cuando caía la tarde acudíamos elegantemente trajeados (así lo ordenaba el protocolo), en un ambiente de formalidad que poco pegaba con ese look tan escatológico, histriónico e informal que tanto les caracterizaba. Escuchábamos charlas del nagual y de las brujas que eran traducidas simultáneamente  por la que, según me dijeron era Zoraida, el “explorador Naranja” (la “hija energética” del Nagual?)... genes o no en común les aseguro que pese a parecerme todo una farsa no lo hacían mal: cuando el Nagual rompía a llorar, ella al mismo tiempo hacia lo mismo sin dejar de traducir sus palabras como su llanto. Que buenos actores, me decía: es este el teatro de lo real del que hablan en su Arte del Acecho?.
                           
Ni que decirles tiene que ese mundo urbano del brujo estaba más que asesorado no solo por el teatro sino por el Marketing. En cada sesión nos esperaban con toda una hilera de tenderetes en los que las mismas delegadas que nos vendían toda suerte de artículos de brujería: los libros por supuesto (aquellos de los que luego mas tarde nos decía imperativamente: quemadlos?), objetos de poder, y muchos que ya no recuerdo pero los que mas me impactaron fueron aquellas camisetas que decían con letras chillonas “Killers of self importance”. Eso me dejo atónito: creía que esa exclamación era algo más silencioso, algo más sutil que una consigna revolucionaria al más estilo Hippie. Pero, después de todo, llegados hasta aquí, gastado el presupuesto de mis vacaciones, casi peleado con mi pareja, decidí seguir adelante y dejar de lado mis “prejuicios”. Después de todo como me decían: el camino del brujo es como firmar un cheque en blanco. Así que puestos a hacer teatro me dije: adelante con la copla, viva la disonancia cognitiva.
                           
 Una de esas tardes se presento Taisha Abelar y nos impartió una de esas doctas conferencias de lo irreal, relatándonos como viajaba en avión acompañada de un ser inorgánico. Este era algo parecido a una especie de morsa voladora que por supuesto se desplazaba al lado del avión, volando como Suerman, como un perrito faldero encariñado con su dueña. Después de leídos los libros esto entraba mas o menos crédulamente en nuestra ya de por si dilatada fantasía, pero lo mejor llego cuando nos dijo que por la tarde lo traería allí y nos dejaría verlo. Que expectación hubo en la sala: todo era un mar de murmullos al respecto. Ni que decir tiene que, como ya supondrán, por la tarde llego el turno del nagual que tornando en severo tono su histriónica versión al respecto, dijo tajantemente que le había prohibido tan atrevida función. Tal vez temía nuestro gurú de lo insólito otro mar de pánico a lo Orson Welles? Acabaría su mascota, casi extraterrestre, en las salas de disección de la Nasa?
                           
Pudimos ven también a la explosiva rubia Florinda Donner: tanta dinamita energética fue como  un soplo de entusiasmo para aquellos que preferían su estilo más ambiguo que juvenil. De ella no recuerdo nada especialmente destacable como tampoco de su otra supuesta hija, el explorador Azul, todas ellas uniformadas con su peculiar moda de hechiceros modernos (como alguna de mis amigas) con los hábitos del pelo corto, teñido a veces en mechas blancas y ropas “de batalla”. Taisha con su feminidad parecía contrastar de ese look.

Si esto les puede parecer sospechoso, le diré que el día de mi decepción mayor llego cuando soltaron otra de sus bombas cognitivas: esa noche íbamos a Ver (todos) la energía: ya no era necesario pasar todos los cangeles del viejo nagual en las tétricas cuevas de los brujos para esa hazaña: allí estaba el nagual dispuesto a apuntarnos con su meñique y de un plumazo darnos la E-Videncia de su mundo. Hicieron salir al estrado a  un grupo de unas diez personas a las que dispusieron en fila. Imagínense un número de hipnotismo de cualquier magazine de la TV: tal cual estamos acostumbrados a ver hacían una señal con los dedos entre los ojos del paciente y este caía en brazos de una persona que le recogía por detrás y le depositaba en el suelo. Seguidamente nos hicieron cerrar los ojos a todos y sin muchas mas explicaciones así nos dejaron... Pasaron los segundos, los minutos, bien largamente estimo que ella media hora y NADA, esa cortina de negro azabache de vez en cuando destilaba formas vagas, mas fruto del deseo, contrariado por no topar el  menor resplandor. así, poco a poco, mientras escuchaba sonidos de como la gente se iba levantando cansada de esperar en vano, algunos atrevidos abrimos los ojos (bueno los parpados mas bien) y pudimos constatar como la mitad de los espectadores ya se habían ido. En cuando a los brujos ya no quedaba ni uno en el palco. La función había terminado pero sus durmientes voluntarios yacían allí todavía: quien sabe si soñando o ensoñando. Nadie parecía dar la menor muestra de desencanto sino más bien de desconcierto. Después de todo llegados tan lejos, lo primero aun nos daba opciones de algo más, mientras que lo segundo nos relegaba a la más amarga de las conclusiones: abrir los ojos y no solo los parpados después de tan ilusionista espectáculo.
 
Una chica de New York al día siguiente me decía, alucinada, haber visto como ellos repartían bolas de luces para todos los presentes. Sus ojos exaltados parecían más invadidos por el fanatismo que por la energía. Para mi fuero interno cada vez estaba mas claro que aquello era la perfecta imagen, la experiencia de mi vida en cuanto a ver desde dentro como funciona una secta. Destructiva o no tenia todos lo elementos en la mesa y yo había a su vez puesto toda la carne en el asador.

Pero aun quedaba mas: entre bailes y guiños al Infinito (hasta coincidimos con un torneo de tenis llamado Infinity) otros gurús (esta vez mas familiares para mi) hacían su aparición. Después de todo no hay mejor publicidad que la dedicatoria de unos libros tan vendidos. De todos sus lectores es sabido que Don Carlos dedicaba uno de ellos al maestro de Kung-Fu Howard Lee, también residente en Los Ángeles. El, prestamente, aprovecho esta presencia multitudinaria en la ciudad para transmitir también su otra luz. A sus sesiones curativas acudieron  muchos de los asistentes. Del resultado (tan anegado estaba yo de la otra) que apenas tuve tiempo a reaccionar, poco pude saber. Este maestro fue entrevistado años después en Redes por Eduardo Punset. Le juro a ustedes que tiempo después encontré a este presentador en el aeropuerto de santiago y a punto estuve de sugerirle que invitase a esa persona  a su programa, pero por mi timidez del momento, desistí. Tal fue mi sorpresa que algún tiempo después salio la citada entrevista. Serian las brujas de allá o las meigas de acá? Quien sabe. El viaje en si no fue para nada mágico, pero si he de reconocer que hubo cosas en torno a el (antes y después) que tal vez si lo fuesen. Tal vez, no lo se.

En una ocasión todos pudimos ver como un espontáneo que se coló en las instalaciones para hacer una foto, apenas llego a  la grada cuando un fornido policía se le echo encima y dio al traste con su valiosa foto del nagual.

El penúltimo día  se organizo una gran fiesta de despedida en la Tensegridad: tocaba esta vez practicar los pases de bailes latinos de Silvio Manuel, el bailarín en los que supuestamente habría dejado impreso a golpe de zapato el intento mágico (esta vez flexible)de los brujos. Todo eso de bailarle salsa al infinito se me antojo el colmo del acecho y decidí rendirme a la evidencia y optar por un buen paseo por el campus de UCLA, en el campo de futbol sentado en la hierba y mirando para una ardilla que hizo aparición por allí me dije: será esto otra señal para que recapacite y vuelva al ruedo/nido? O será si una  como tantos miles de otras que han pasado en mi vida, por mis ojos y no he sabido apreciar? Necesito estar ahí dentro aborregándome para contemplar el misterio? O está ahí fuera en cada pequeño fenómeno que por cotidiano y corriente despreciamos en aras de una energía que se antoja predadora, manipuladora y arrojadiza?

Para los adoradores del Nagual tengo que decir que no todo son agrias palabras desde un ojo crítico, sino también dignas  alabanzas de oído fino de muchas cosas que (meritos suyos o plagios de otros saberes más dignos de crédito) nos deja ese legado, novelesco o no del linaje de los brujos.

Y es que en aras del Intento inflexible, de los designios inescrutables de la Conciencia Universal, en una cosa si le doy la razón: ser impecable es el mayor de los retos del guerrero. Pónganse a la labor y verán cuan imposible se antoja tan simple y laberíntico propósito: tanto como aceptar aquel axioma libertario del que tanto se hacían eco en las charlas: “Yo, fulanito de tal, que se va a morir, bla bla bla...”. Yo escuche con mis propios oídos como Concha pronunciaba esta letanía, entusiasmada y encendida con la que al parecer era la apuesta de su vida: ese cheque en blanco que siempre me ofrecía para firmar. Aquel que (como a todos) le paso factura años después? No lo se. Pero si se una cosa que siempre recordare aquello que engañada o no decía con entusiasmo: vivir la vida como un misterio, desestimar como ella hacia, tanta explicación “racional” de lo que es de por si y será siempre eso: misterio.

Desde los luceros ella tal vez nos mire ahora y nos guíe. He estando estos años esperando para escribir este artículo. Solo el recuerdo de ella me ha animado a hacerlo. Después de todo por conocerla valió la pena. Desde aquí te brindo al modo que, amiga mía, te hubiera gustado más: hasta pronto, estés donde estés.
Carlos Fernández*    
               *Profesor de artes marciales



martes, abril 23, 2013

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