miércoles, marzo 02, 2011

El final de las hadas de Cottingley


Por Manuel Carballal

La noticia llegaba a la prensa británica el pasado mes de marzo. Tras unos años fuera de las primeras página, las fascinantes “hadas de Cottingley“ volvían a ser tema de portada. En una subasta pública realizada a mediados de mes en la London's Knightsbridge, una compradora anónima había pagado la friolera de 6000 libras (más de un millón seiscientas mil pesetas) a la empresa Bonhams & Brooks, por los negativos originales de las fotografías de hadas mas famosas del mundo. Dichos negativos, ahora propiedad de una adinerada desconocida, se encuentran en formato de cristal, tal y como era habitual en la época, presentando las imágenes de un grupo de hadas y gnomos, con un nitidez que sin duda ha hecho estremecer a la afortunada que posee, desde hace pocas semanas, el original de las imágenes –supuestamente paranormales- que han hecho correr más ríos de tinta, y de cinta videográfica, en la historia de lo paranormal.

EOC ha tenido acceso a las publicaciones, documentos y archivos de la época, y ahora estamos en disposición de reconstruir la historia de ese misterio...

LAS HADAS DE COTTINGLEY

“Es posible que los hechos que vamos a contar en este libro saquen a la luz la estafa más fabulosa jamás hecha al público, pero tal vez, por el contrario, muestre que estos hechos constituyen un hito de la historia de la humanidad”. Con tan sugerente arranque se iniciaba el primer capítulo, de uno de los libros menos conocidos de Sir Arthur Conan Doyle, famoso mundialmente y para siempre, gracias a sus novelas sobre el detective Sherlock Holmes. En 1922 Doyle publicaba su obra “The coming of the fairies” (publicada muchos años después en España con el título de “El misterio de las hadas”. Hesperius, 1998), donde recogía esta singular historia.

“A comienzos del mes de mayo, de 1920, hablando con mi amigo el Sr. Gow, redactor en jefe de la revista Light, tuve conocimiento de que alguien se enorgullecía de haber fotografiado hadas...”. En realidad el amigo de Conan Doyle no había visto las famosas fotos personalmente, sin embargo pudo encaminar a Conan Doyle hacia la Sra. Scatcherd quien, aunque tampoco había visto la fotos de hadas, pudo facilitar al creador de Sherlock Holmes copia de una carta que le había enviado la hermana del Sr. Edward L. Gardner, un veterano miembro de la Sociedad Teosófica –más exactamente de la logia Blavatsky de Londres- quien, gracias a sus conferencias sobre espiritismo en la Sala Mortimer, había entrado en contacto con una familia de Bradford, que poseía dos supuestas fotos de hadas, llegando a proyectarlas en alguna de sus charlas.

Como no podía ser menos, el creador del detective más famoso de la historia siguió la pista. Y tras averiguar que las fotos habían sido enviadas a la Sra. E. Blomfield para un peritaje, dirigió allí sus pesquisas hasta, por fin, poder ver con sus propios ojos las ansiadas fotografías. Concretamente se trataba de dos placas de 8,2 cm x 10,8 cm, una muy nítida y la otra sobrexpuesta. Fotos que reconoce le dejaron “encantado” y califica de “maravillosas”. De esta forma Conan Doyle creyó encontrar la prueba que ansiaban todos los teósofos y esoteristas del Londres de principios de siglo, para demostrar que sus convicciones sobre el más allá, los seres espirituales, y lo sobrenatural, eran mucho más que vanas conjeturas. Y sin dudarlo un segundo decidió sumergirse en la investigación de aquel misterio.

Resulta entrañable estudiar las primeras cartas que Conan Doyle se intercambió con los protagonistas de esta historia, y a las que EOC ha tenido acceso, como a otra mucha documentación de la época. Y demuestran hasta que punto Doyle, y muchos de sus contemporáneos, se implicaron emocionalmente con aquel misterio, que el célebre escritor soñaba como la anhelada prueba de que sus convicciones sobre el más allá eran acertadas.

LAS HADAS ANTE LA CAMARA
Las imágenes en cuestión habían sido tomadas por Elsie Wright, de 16 años, y su prima Frances Griffith, de 10, la cual, aunque vivía normalmente en Sudáfrica, se encontraba pasando unas vacaciones en la casa de sus tíos, en Bradford. Elsie, la mayor, era una joven adolescente apasionada por el mundo de las hadas, las cuales dibujaba constantemente, ya que afirmaba poder verlas desde dos años, ante el natural escepticismo de sus padres.

Una tarde de sábado, en julio de 1917, Elsie y Frances pidieron insistentemente al padre de la primera su cámara fotográfica, una Migd de placas, para poder fotografiar las hadas. Tras mucha insistencia Arthur Wright, padre de Elsie, se la dejó, enseñándoles como apretar el disparador, y pidiéndoles que tuviesen mucho cuidado con ella. Las niñas se marcharon muy contentas y, según recordaría la madre de Elsie en sus entrevistas con Conan Doyle, apenas estuvieron una hora fuera de casa, volviendo hacia las cuatro de la tarde. Cuando regresaron devolvieron la cámara intacta pero con unas cuantas impresiones marcadas en las placas. A excepción de las ropas mojadas de Frances, que accidentalmente se había caído en el arroyo, nada parecía indicar que las muchachas hubiesen hecho algo que no fuera jugar y divertirse como de costumbre. A menos que Frances no se hubiese caído, sino que alguien la hubiese arrojado al río...

Arthur Wright reveló manualmente las placas –exactamente unas Imperaial Rapid de 8,2 por 10,8 cm- en su laboratorio doméstico, y descubrió que en los clisés aparecían unas extrañas manchas blancas que se anteponían al rostro de Frances. Cuando le preguntó a su hija qué creía que podía ser, Elsie aseguró que eran sus amigas las hadas. El Sr. Wrigyt se rió de la infantil ocurrencia y las guardó en un cajón, pensando que las manchas podrían ser hojas o papeles arrastrados por el viento.

Unas semanas después, en agosto, las niñas volvieron a salir al bosque con la cámara, de nuevo hacia las cuatro de la tarde, y de nuevo Arthur Wright se sorprendió al encontrar una extraña mancha en el clisé. Esta vez era su propia hija, Elsie, la que aparecía al lado de lo que aparentaba ser un pequeño gnomo. Convencido de que las niñas querían gastarle una broma, les prohibió volver a utilizar su cámara. Pero la mecha del cohete ya estaba encendida... Cuando, tres años después, tras asistir a una conferencia sobre espiritismo en la Sociedad Teosófica, la madre de Elsie mostró la fotos a Gardner, este no cabía en si de júbilo. El mismo júbilo que compartiría poco después con Arthur Conan Doyle cuando ambos se dedicaron a investigar tan sugerente caso.

Tanto la casa de fotografía Kodak, como los laboratorios de la compañía Illingworth analizaron las placas, pero sus conclusiones fueron demasiado ambiguas como para frenar la repercusión internacional de las imágenes.

En la Navidad de 1920 la revista Strand Magazine publicó un artículo sobre las hadas firmado por Arthur Conan Doyle, e ilustrado con las fotografías de Cottingley. Sin embargo en aquel primer artículo, y para proteger la identidad de las protagonistas, Conan Doyle cambió el nombre de la famila protagonista, por el de Carpenter, y el del pueblo, por West Riding. Pero la confidencialidad duró poco. El 12 de enero de 1921 el revista Westminster Gazette, que había enviado un reportero a investigar el caso, encabezaba la línea escéptica sobre el caso, publicando la verdadera identidad de las niñas, y el lugar de los hechos, publicando incluso –imprudentemente- el domicilio de los Wright: Lynwood Terrace, nº 31, de Cottingley, cerca de Bradford (Yorkshire). La actitud de aquel periodista dañó irreparablemente la vida de los Wright para siempre, como suele ocurrir.

Otros medios, como el semanario Birminghan Weekly Post se unieron a la campaña contra las hadas de Cottingley, publicando artículos muy agresivos, como los firmados por el mayor Edwards, atacando duramente a Conan Doyle, y sugiriendo que al menos una de las niñas poseía buenos conocimientos de fotografía, como para falsificar las fotos. También los miembros de la (SPR), de la que Doyle era miembro activo desde 1891, se inclinaron por la teoría del fraude, insistiendo en que no se identificase al crédulo Doyle con la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, que luchaba por reivindicar la naturaleza científica del estudio de lo paranormal. Los estudiosos más críticos subrayaban que Elsie había trabajado, durante seis meses, en casa de un fotógrafo profesional, aunque fuese solo de recadera. Uno de los más prudentes, sir Oliver Lodge intentó explicar las fotografías desde una perspectiva racional y afrimó “que sin acusar a nadie, la hipótesis más simple parece ser que una niña imaginativa, jugando a fingir y simular, pudo secundar inocentemente la fantasía de sus amigas, realizando figuras creadas por ella, si es que tenía tal habilidad, y esas figuras quizás fueron luego fotografiadas...”.

Sin embargo algunos investigadores no dudaron en acudir a “detectives psíquicos” para obtener nuevas evidencias, y así se solicitó al clarividente Geoftrey Hodson que se trasladara a este pueblo para que confirmase si él podía «ver» también a las «bellas damitas del arroyo» como se las llamaba. Efectivamente, Hodson llegó a sostener que había visto, a nivel astral, a una de ellas. (¿)

Como él, cientos de personas se desplazaron a Cottingley con la esperanza de ver, y hasta cazar, un hada. Y las invasiones de fincas y terrenos privados, por una legión de curiosos, provocó numerosos disturbios y tensiones. Tensiones acrecentadas por la polémica que se radicalizaba cada día. ¿Eran auténticas las fotos de las hadas o se trataba de un montaje?

Puestas así las cosas, el siguiente paso era obvio. Se entregaría una nueva cámara a las niñas para que intentasen realizar nuevas fotos de hadas... y las consiguieron.

Hubo que esperar algunos meses, ya que Frances ya no vivía con sus tíos y era necesario –según la inocente creencia de los investigadores- que ambas niñas estuviesen juntas para que apareciesen las hadas. Recuerda Doyle en su libro: “necesitábamos la fusión de las auras de las dos muchachas” (Pag. 71).

En los 15 días que Frances pasó visitando a su prima Elise hizo muy mal tiempo en Inglaterra, y apenas contaron con dos horas de buen sol en esas dos semanas. Las niñas tomaron las fotos en cuestión el jueves 26 de agosto y el sábado 28, con las placas entregadas por Gardner y con una cámara fotográfica igualmente facilitada por el investigador, y sellada secretamente por la compañía Illingword, que colaboró en el experimento. Y es que es justo reconocer que casi todo el peso de la investigación de campo pesó sobre Gardner, quien en carta fechada el 6 de septiembre comunica a Conan Doyle el éxito la experiencia. Las niñas habían tomado 3 nuevas fotos sobrenaturales: dos imágenes de hadas voladoras y un “nido de hadas”.

Resulta encantador leer, en la correspondencia entre Gardner y Conan Doyle, la emoción con que ambos estudiosos, convencidos ya de la autenticidad de las imágenes interpretan las mismas: “...el hada que ofrece un ramo de flores... es un modelo de majestad y dulzura...”; “... hay un hada desvestida con aire de preguntarse si es hora de levantarse...”; etc. (Gardner a Conan Doyle, 27 de noviembre de 1921).

El creador de Sherlock Holmes, ante estas nuevas “pruebas” no duda en concluir que las hadas de Cottingley son criaturas sobrenaturales absolutamente reales, aventurando incluso su estatura: “de entre treinta y cuarenta centímetros de alto” (Pag. 110). Doyle no dudo en acudir a su “amigo” el célebre ilusionista Harry Houdini quien, con su cruel sentido del humor característico, calificó las fotos ambiguamente de “revelación”, lo que reforzó la creencia de Conan Doyle. Doyle, por otro lado, siempre pensó que Houdini mentía al decir que realizaba sus demostraciones con trucos de prestidigitación... A los magos le gusta con frecuencia jugar con la credulidad de su publico, y con sus emociones.

En agosto de 1921 se intentó un nuevo experimento, entregando mejor material fotográfico a las niñas, pero no hubo más fotos de hadas.


CUANDO EL MITO SE HACE IMPARABLE

Años después Frances Way y Elsie Hill, sus nuevos nombres una vez casadas, volvieron al ojo del huracán. En 1966 Elsie aceptó ser entrevistada por un periodista de la BBC. Sus declaraciones resultaron decepcionantes: confirmó que su padre había sido ajeno a todo el asunto, pero sostuvo que las fotografías eran auténticas. En 1976, en el curso de una nueva entrevista, se reafirmó en sus declaraciones, con el evidente propósito de preservar su vida privada y sus recuerdos.

Pero en 1978 el escritor Fred Gettings hace un descubrimiento asombroso. En el libro “The Princess Mary's gift book” (El libro de regalo de la Princesa María) publicado en 1915, aparecen unos dibujos de ninfas bailando, sospechosamente similares a las hadas tomadas en la primera foto de Cottingley. Solo hacia falta añadirle las alas a las ninfas para que fuesen idénticas a las hadas de Cottingley...

Sin embargo esa revelador descubrimiento no mermó ni un ápice la fe de los creyentes, y cada año se publicaban nuevos libros y artículos reivindicando la autenticidad de las hadas. Hasta tal punto que, ya en los noventa, dos importantísimas productoras cinematográficas realizaron dos películas, de alto presupuesto, basadas en el caso: “Fotografiando hadas” y “Cuento de hadas”. En dichas películas podemos admirar un reparto de lujo en el que actores como Ben Kingsley, Emily Woof, Peter O´Toole, Harvey Kettel, y un largo etcétera, dan vida a los personajes de esta trama, como Arthur Conan Doyle, Harry Houdini, y por supuesto Elsie y Frances... Y algunos enclaves esotéricos británicos, como los famosos “Jardines de Findhor” se beneficiaron indirectamente de toda esa publicidad, en tanto afirman que su trabajo espiritual se realiza, en parte, con los elementales de la naturalez... como las hadas de Cottingley.

Pero independientemente de la repercusión internacional del caso, que como demuestra la reciente subasta de los negativos, continúa, la pregunta es: ¿son las fotos de Cottingley un fraude?

Sin duda las “Hadas de Cottingley” suponen una de las imágenes más emblemáticas en la historia de la fotografía paranormal, circunstancia que en si misma justifica que los investigadores dediquemos un especial esfuerzo a certificar su autenticidad o, en caso contrario, a desenmascarar su falsedad. Y debo reconocer que una historia tan entrañable como la de las míticas criaturas del bosque que comparten la infancia de nuestros niños, es irresistiblemente seductora. Supongo que todos soñamos, en algún momento de nuestra juventud, que esas parientes lejanas de Campanilla y nuestro admirado Peter Pan, ya que eran tan reales como nuestros sueños. Por ello debo confesar mi especial fascinación por este caso desde hace muchos años. Y por ello decidí acudir en su día a diferentes expertos tanto en fotografía, como en óptica y mecánica fotográfica, para intentar evaluar la credibilidad de dichas imágenes.

Sin duda fueron los sabios análisis de uno de ellos, Justo Guisasola, experto fotógrafo –y lo que es más importante, especialista en óptica y mecánica fotográfica con 20 años de experiencia profesional a sus espaldas-, los que aportaron elementos más interesantes a nuestro particular análisis de las “Hadas de Cottingley”.

EL FINAL DE LAS HADAS

“Para empezar –explica el experto analista a EOC, mientras señala en la pantalla de su ordenador una imagen scaneada y coloreada de las “hadas”- fíjate en estas zonas. El gránulo y la definición de la imagen nos muestra tres grupos de imágenes diferentes. Como si hubiesen participado 3 escenas distintas en la composición de la fotografía final. Por un lado tenemos a la niña y este sector de bosque. Por otro a las hadas y estos arbustos, y en tercer lugar aparece el fondo con le río y la cascada...”. Efectivamente podemos comprobar, en una ampliación muy detallada de la más famosa de las fotos de hadas, que aparentemente existen 3 grupos de imágenes distintas en la foto, que presentan distinta nitidez en la definición del gránulo de la placa.

Sin embargo Justo Guisasola aprecia otros elementos interesantes. “Pero hay otras cosas muy obvias. Fíjate en la cascada que aparece al fondo. El agua de la corriente aparece muy movida en la foto. Esto significa, evidentemente, que la fotografía fue tomada a una velocidad lenta, lo que produce esa característica sensación de corrimiento sobre la emulsión de la película. Sin embargo la alas de las hadas, que supuestamente están agitándose a gran velocidad para poder volar, aparecen perfectamente definidas y claras. Como si estuviesen quietas. Es decir, que las alas no estaban en movimiento sino estáticas, como aparecerían en un dibujo recortado...”.

Para Guisasola, como para otros expertos en fotografía, solo hay dos posibilidades; o bien se trata de una doble o triple exposición, superponiendo dos o tres placas en el proceso de revelado; o bien se crearon las figuras de las hadas recortando los dibujos del “Libro de Regalo de la Princesa María”, se pegaron en un cartón recio añadiéndoles las alas, y se fijaron al suelo utilizando un alfiler de costura en un caso, y un hilo para suspenderlas en el aire en otros. Nosotros reprodujimos las dos técnicas, aunque en base a las posibilidades técnicas que tenían dos niñas de corta edad, y manteniendo la presunción de inocencia para el padre de Elsie –que solo se perjudicó con esta historia- tendemos hacia la segunda explicación. El lector juzgará por si mismo si podemos considerar reproducidas las hadas de Cottingley, aunque en nuestro caso fotografiadas en un bosque gallego...

A MANERA DE EPILOGO

A principios de los ochenta el erudito Geoffrey Crawley, experto analista que participó en el estudio de fotos tan controvertidas como las del asesinato de Kennedy, recibió el encargo formal de la Kodak para hacer un estudio de alta tecnología sobre las hadas de Cottingley. A partir de 1982 publicó cuatro artículos en el Journal of Photography divulgando sus conclusiones. Salvo la foto del “nido de hadas”, que resistía los análisis, las demás imágenes parecían falsas. En febrero de 1983 la revista recibió una carta de Elsie, ya octogenaria, donde confesaba que habían fabricado la fotos con unas imágenes femeninas recortadas de una revista y fijadas al suelo con alfileres de sombrero... Aunque insistía en que el “nido de hadas” era real. Probablemente debido a que se trata de una dobleexposición involuntaria, algo muy habitual en fotografía, y que sin duda hicieron sin darse cuenta. Según la anciana, nunca pensaron que su broma tuviese tanta repercusión, y confiaban en que su historia se olvidase pronto, pero no fue así. Sin embargo Frances mantuvo hasta el final de su vida que Elsie había confesado el fraude, agobiada por la constante persecución de la prensa, y buscando la paz que no encontró ni cuando se fue a vivir a América: “Pero nosotras realmente veíamos las hadas, y las fotos son auténticas...”. Parece evidente que la desconocida que pagó más de un millón seiscientasmil pesetas por los negativos de esas fotos, hace pocas semanas, comparte plenamente esa opinión. Yo no.

Manuel Carballal