miércoles, agosto 15, 2007

Los eXpedientes perdidos 1

LA NOCHE DE LOS ECOS IMPOSIBLES
El pasado mes de marzo de 2007 las agencias de prensa de todo el mundo repetían un sorprendente titular: Francia desclasificaba su archivo OVNI. Cientos de expedientes sobre objetos no identificados en los cielos franceses eran alojados en un servidor de Internet para que todos los interesados y curiosos pudiesen consultarlos libremente. Fue tal el tránsito de visitantes en dicha página web, que el servidor que la alojaba no pudo soportar el trafico de navegantes, y fue necesario abrir una nueva dirección para facilitar el acceso al material desclasificado.

En medio de la crispación política que rodea las campañas presidenciales de los diferentes candidatos que, el próximo mayo, aspirarán al poder en Francia, la desclasificación OVNI atrajo la curiosidad de todos los medios de comunicación galos. Tal y como 15 años antes ocurrió en España.

En 1992 fue el Ejército del Aire español quien comunicó su intención de desclasificar sus archivos sobre OVNIs al gran público. Unos archivos que permanecían clasificados como Materia Reservada desde diciembre de 1968. Para júbilo de unos, y desconfianza de otros, y a diferencia de lo ocurrido en Francia, los expedientes españoles eran desclasificados, uno a uno, tras una minuciosa revisión de cada informe, y la lógica censura a nombres propios de testigos o militares implicados, ubicación de instalaciones militares, y otros datos sensibles desde el punto de vista de la inteligencia militar.

En la actualidad, todos esos expedientes desclasificados en España están accesibles al público en la Biblioteca del Estado Mayor del Ejercito del Aire, en Madrid. Sin embargo, tras cada uno de esos informes desclasificados existe una historia secreta. El proceso que ha protagonizado cada uno de esos documentos, desde que el testigo observo un objeto desconocido en el cielo, o posado en tierra, o incluso en su pantalla de radar, hasta que el ciudadano puede leer el informe desclasificado, ha sido largo y complejo. Pero sobretodo, y en base a las leyes sobre la clasificación de Materia Reservada vigentes en España, el análisis y seguimiento de dicho proceso nos adentra en un mundo de secretos militares, intereses políticos y fenómenos anómalos, fascinante. Sobretodo en este momento.

Los verdaderos “Mulder” del Ejército del Aire

Hasta ahora sabíamos que desde 1968 el archivo OVNI del ejército del Aire Español, se almacenaba, hasta su traslado al Mando Operativo Aéreo en la Base de Torrejón de Ardoz, en el mismo edificio del Estado Mayor donde ahora se facilitan al público los expedientes desclasificados. El responsable de aquel archivo original, hasta su traslado al MOA, el Coronel S., hoy retirado y que en su día me facilitó valiosa información, fue el primer “agente Mulder” español. El teniente V., de la oficina de prensa de dicho Estado Mayor, también se mostró accesible en su momento, y me facilitó, antes de que de desclasificasen estos expedientes, documentos que tuvieron un valor enorme a la hora de investigar el archivo, aun secreto, del Ejercito del Aire. Después, para anunciar la desclasificación, llegó el Teniente Coronel Angel Bastida-Freijedo, paradójicamente sobrino del famoso ufólogo Salvador Freixedo, que asumió el mando del proceso desclasificador. A sus órdenes varios funcionarios del Ministerio de Defensa, así como analistas, científicos y otros colaboradores tanto militares como civiles, revisaron durante meses cada expediente, antes de autorizar su desclasificación. Y por fin llegó el turno del Teniente Coronel Enrique Rocamora, que tomo el relevo del equipo de trabajo de Bastida en la Sección de Inteligencia del MOA, cuando este ascendió a General. Rocamora y sus hombres, concluyeron el proceso de desclasificación tal y como lo conocemos. La mayoría de los peritos, analistas y funcionarios militares o civiles que participaron en la revisión de cada uno de esos informes dejó de interesarse por los OVNIs una vez concluido el proceso. Unos se jubilaron del ejército o se convirtieron en civiles. Otros continuaron su vida profesional en otros servicios de inteligencia. Algunos incluso han participado en los contingentes españoles en Iraq o Afganistán, pero estoy seguro de que, al producirse la noticia de la desclasificación OVNI en Francia, todos ellos recordaron que, en su dia, fueron una especie de “agentes mulder” encargados de analizar y desclasificar los “expedientes-X” españoles. Y, como ocurrió en su día con el escándalo del Coronel Juan Alberto Perote y las microfichas del CESID, algunos de los implicados en la desclasificación conservan, como “souvenirs” fotos, documentos o informaciones del proceso de desclasificación, que nunca llegaron al conocimiento público…

En 2007, y coincidiendo con la desclasificación OVNI en Francia, estamos en disposición de conocer documentos y testimonios sobre esos informes desclasificados en España, que nunca han sido publicados. Ello se debe a que, hace unos meses, una fuente vinculada a dicha desclasificación, y hoy dedicado a otro tipo de análisis en el campo de la inteligencia militar y espionaje, se puso en contacto con quien esto escribe, para ofrecerle documentos pistas y datos reunidos mientras trabajaba, desde dentro, en el proceso de desclasificación. La fuente prefiere permanecer en el anonimato, no por que los documentos que nos está facilitando puedan atentar contra las leyes militares sobre secretos oficiales… o si. Sino, según afirma, por simple comodidad profesional. Alguien dedicado ahora a la recopilación de datos sobre el funcionariado de inteligencia o contrainteligencia, sin interés ni relación con el fenómeno OVNI, valora mucho el anonimato.

Sus aportaciones a quien esto escribe, para el análisis y la comprensión de las variables que se desprenden de cada uno de esos expedientes desclasificados, desde el punto de vista político, legal, estratégico o simplemente histórico-militar son incalculables. Y la historia del expediente 891205, es un ejemplo tan bueno como otro cualquiera…

EXPEDIENTE 891205: los ecos imposibles
Cuando la Cessna superó los 1200 metros de altura Doval, el jefe de salto del Paraclub Galsur, me golpeó en el hombro para indicarme que había llegado mi turno. Volví a asegurar los correajes de mi paracaídas y, comprensiblemente nervioso, me acerqué a la puerta de la avioneta. A los mandos se encontraba Miguel Lareses, nuestro piloto, que me hizo una señal al llegar a mi zona de salto y al reducir la velocidad de vuelo para que los paracaidistas no nos desnucásemos con el timon de cola al saltar, ni el paracaídas pudiese ser apresado por el rebufo del motor. Encomendé mi suerte a San Miguel, patrón de los paracaidistas, y conteniendo un gritó salté al vacío…

Obviamente yo no era un paracaidista vocacional. Mi investigación sobre el CESID y los servicios de información españoles, y los fenómenos anómalos que desembocaría en el libro “Los expedientes secretos” (Planeta, 2001), me habían llevado a utilizar estrategias como esta para acercarme a pilotos y controladores aéreos, así como a funcionarios de Defensa, relacionados con expedientes OVNI inéditos hasta ese momento. Y esa tarde, tras mi segundo salto, fue Miguel Lareses, el piloto, quien me puso en la pista del que sería más tarde, el Expediente 891205.

Cuando, por enésima vez, y en la cafetería del Aeropuerto de Peinador, yo sacaba a colación el tema de los “platillos volantes”, mientras la rotación de salto disfrutaba de un momento de reposo entre tanta adrenalina, Lareses dejó caer un comentario prometedor: “Pues un controlador de Santiago, amigo mío, estuvo metido en una alerta de Defensa por un ovni de esos…”. Así se inició la investigación de este singular episodio.

El controlador en cuestión resultó ser Eladio Tapia. Fueron necesarias varias visitas al Centro de Control de Vuelo del aeropuerto de Labacolla, en Santiago de Compostela, tras identificarme como miembro del paraclub Galsur, para que Tapia accediese a relatarme lo que ocurrió en la noche de los ecos imposibles.

Según su relato, Eladio Tapia estaba de guardia en aquel mismo Centro de Control en la tarde del 5 de diciembre de 1989. Exactamente a las 19:43 recibió una llamada telefónica de la Casa-Cuartel de la Guardia Civil de Sada, población costera coruñesa, reportándole que habían recibido una denuncia de un astrónomo aficionado de la cercana localidad de O Castro, porque estaba viendo un objeto no identificado con su telescopio.

Según el funcionario de la Guardia Civil que telefoneaba a Tapia, el sargento Z., habían recibido la denuncia del astrónomo amateur con escepticismo, pero siguiendo órdenes del Comandante de Puesto, habían salido del Cuartel para comprobar si realmente había algo extraño en el cielo, y varios números de la Guardia Civil confirmaban el avistamiento.

Exactamente a las 19:50 Tápia cuelga la llamada de la Guardia Civil y telefonea al Centro de Control de Madrid para alertar de presencia OVNI. Siete minutos después vuelve a comunicarse con la Casa-Cuartel de Sada, donde continúan observando el fenómeno, aunque con menor luminosidad, mientras Control Madrid asegura no detectar ningún eco de radar desconocido en sus pantallas. Sin embargo, justo 3 minutos después, el oficial de radar, G. A., destinado en el Escuadrón de Vigilancia Aérea nº 10, que da cobertura radar a todo el espacio aéreo del noroeste español, telefonea por línea directa a Tapia para notificar posible contacto radar con el objeto No Identificado, facilitándole su posición en la pantalla:

- de Barbanza: demora 040/26 NM
- de VOR STG: radial 260/22 NM

A partir de ese momento, y a través de la comunicación telefónica entre el Centro de Control del Aeropuerto de Santiago, y el radarista militar del EVA-10 en Barbanza, Eladio Tapia puede conocer todas las evoluciones y cambio de posición y altitud de aquel eco no identificado en el radar, avistado por la guardia civil de Sada que lo describe como “un disco lenticular con halo de aspecto gaseoso y disco muy brillante”.

Desconcertado por la cantidad de datos precisos que Eladio Tapia me estaba aportando, y desconfiando de una memoria tan precisa, le pregunté como era posible recordar tantos detalles. Tapia extrajo entonces de una carpetita marrón, que conservaba en un cajón de la Torre de Control, donde nos encontrábamos. De ella extrajo un informe inédito, con todas las posiciones de aquel No Identificado en la pantalla de radar del EVA-10 y con la descripción detallada y precisa de todo lo ocurrido aquella noche. Aquel informe, que oficialmente no existía en los archivos del Ministerio de Defensa, y que había permanecido olvidado en un cajón de la Torre de Control hasta ese momento, me compensaba de todas las angustias de los saltos en paracaídas.

Meses atrás, y también gracias a esta misma estrategia, había conseguido en el Estado Mayor del Ejército del Aire un listado inédito, de todos los expedientes OVNI que el Ejército del Aire reconocería poseer en el momento de la desclasificación. El incidente del 5 de diciembre de 1989 no aparecía en ese listado.

La investigación de campo
Lógicamente acudí a las instalaciones del EVA-10 en Barbanza para interesarme por la información que aquella base militar pudiese tener sobre el incidente. Como es natural los sistemas de seguridad de una base militar de la trascendencia del EVA-10, responsable de garantizar la seguridad del espacio aéreo del noroeste español, detectaron enseguida a este periodista, en cuanto sacó la cámara fotográfica para inmortalizar las cúpulas del radar que detectaron el No Identificado. Tras las explicaciones oportunas a los agentes de seguridad de la base, y tras poder entrevistar al oficial al mando, llegaron las respuestas de siempre: “no sabemos” y “no existe”. Según el oficial no existía ninguna constancia de ningún incidente OVNI en aquella base, ni del radarista G. A., ni de nada parecido…

Algo similar ocurrió en mis primeras gestiones, tanto telefónicas, como postales e insitu, en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Sada. Habían pasado muchos años desde el incidente y temía que los testigos hubiesen sido destinados a otros acuartelamientos. Tuve suerte, el suboficial que había telefoneado al Centro de Control de Santiago, sargento Avelino Z. continuaba destinado en Sada, al igual que el Comandante de Puesto que había ordenado que se avisase a la torre de control de Santiago. Pero, como también es habitual, nadie recordaba, o quería recordar, nada del incidente. Y menos para hablar con un investigador.

Así que, para refrescarles la memoria, le hice llegar el informe redactado por Eladio Tapia, en el que se detallaba su participación en el expediente OVNI de aquella noche. Reconozco que el sargento Z. no estaba por la labor de colaborar. Y supongo que mi insistencia en hablar con él no hacía más que incomodarle. Sin embargo un servidor intuía que quizás se encontraba ante uno de los casos OVNI oficiales, que oficialmente no existían, más interesantes de la casuística española.

La fuente, a la que antes hice referencia, y a la que me referiré repetidamente a partir de ahora, se mostraba mucho más escéptico aún que yo. Quizás porque su mentalidad, formada durante años de especialización en temas militares, resultaba más pragmática. Y sin facilitarme todavía ningún documento, si me puso en la pista de las gestiones que deberían ayudar a descalificar o validar el documento de Eladio Tapia. Así que, siguiendo buenos consejos, acudí a la Asociación Astronómica de La Coruña. Su secretario me facilitó los datos astronómicos del 5 de diciembre de 1989, y el mapa estelar de esa noche. Según los astrónomos tanto Venus como Marte, dos cuerpos celestes que en ocasiones han sido confundidos con OVNIs, permanecían en esos momentos por debajo del horizonte. Por supuesto, el hecho de que fuese un astrónomo amateur el que, mientras observaba el cielo con su telescopio hubiese alertado a la Guardia Civil sobre el objeto, hacía improbable la confusión con el famoso Venus. Pero los datos astronómicos de esa noche lo hacían además imposible.

La fuente me sugirió, en este y otros casos, desechar junto a la explicación astronómica, posibles explicaciones aeronánuticas o meteorológicas. Así que me dirigí al Intituto Nacional de Meteorología para solicitar los informes meteorológicos de esa noche. El globo de sondeo meteorológico se había lanzado, desde el observatorio más cercano, a las 11 de la mañana, y había explotado horas antes del avistamiento. Por tanto tampoco era un globo sonda. Además, el informe meteorológico detalla las buenas condiciones climáticas de la noche, y la ausencia de fenómenos atmosféricos que pudiesen justificar la anomalía.

Con todas estas evidencias volví a insistir con la Guardia Civil, y esta vez hubo suerte, ya que puenteé al sargento V., tan poco dispuesto a colaborar, y me dirigí directamente a su superior. El Subteniente Miguel L. estaba mucho más sensibilizado que su subordinado con el fenómeno a causa de una experiencia personal. Según me relató, en su despacho del Cuartel de Sada, años antes, estando destinado en Asturias, él y varios compañeros habían protagonizado un encuentro cercano con un objeto desconocido, durante una patrulla rural. Victimas del nerviosismo ante aquel objeto, intentaron abrir fuego, pero sus fusiles se “encasquillaron” a la vez… De no haber sido por aquella experiencia personal, probablemente cuando el sargento Avelino V. le notifico que un ciudadano llamaba para reportar un OVNI, el subteniente le habría dicho que no hiciese ni caso. Pero D. Miguel L. ya había experimentado personalmente un encuentro con un No Identificado y por eso hizo que el sargento comprobase si realmente se avistaba algo desde las afueras del Cuartel, y que alertase a la torre de control de Santiago al constatarlo.

En ese momento, y tras recibir las ordenes de su superior, el sargento no tuvo más remedio que acompañarme al lugar exacto, en las afueras de la Casa-Cuartel, desde donde él y otros testigos observaron el mismo fenómeno que, presuntamente, estaba siendo detectado en ese momento en la pantalla de radar del EVA-10. Lo que yo ignoraba, en ese instante, es que el sargento estaba tomando buena nota de mi interés por el caso, y de mis investigaciones, para incluir esa información en un informe destinado al Servicio de Información de la Guardia Civil, de la 611ª Comandancia…

El EXPEDIENTE 891205 desclasificado… o no.
Supe, gracias a la fuente, que habían desclasificado el Expediente 891205 mucho tiempo después. Así que acudí, como tantas veces, a la biblioteca del Ejercito del Aire, en la madrileña plaza de Moncloa, para consultar el documento desclasificado. Al parecer mis gestiones en el EVA-10, la Guardia Civil, el Centro de Control de Santiago, el Instituto Nacional de Meteorología, etc, habían motivado que Defensa desclasificase ese expediente que, de no haber sido rescatado de aquel cajón en la Torre de Control de Labacolla por quien esto escribe, oficialmente no existiría. Sin embargo lo más interesante del caso estaba por llegar.

El expediente 891205 desclasificado por el MOA es un documento paupérrimo. Média docena de páginas en el que lo único destacable es el informe redactado por el radarista del EVA-10, aquel que según me dijo el oficial de guardia cuando visité la base no existía. No se detalla el testimonio de la Guardia Civil de Sada, ni del denunciante inicial, ni el detallado informe realizado por Eladio Tapia mientras se desarrollaban los acontecimientos. Tampoco se mencionan las anomalías experimentadas por los aviones que sobrevolaban la zona, comentadas en el informe de Tapia. Algún preclaro “escéptico” argumentó que seguramente los radares y el instrumental de los aviones estaban averiados y la guardia civil confundió Venus con un OVNI… No haré comentarios. Porque en este caso, como en la mayoría, hay otros factores de interés al analizar la historia de esos expedientes, que va más allá incluso del origen del OVNI reportado.
Y es que pese al Expediente 891205 desclasificado, mi fuente me alentaba a continuar insistiendo en la pista de la Guardia Civil. Su argumento no podía ser más simple y elocuente a la vez… Si estadísticamente el 90% de los avistamientos OVNI se dan en el contexto rural, la autoridad responsable de ese contexto, y a quien los ciudadanos denuncian en primera instancia una anomalía grabe, es a la Guardia Civil. Por tanto, el desconocido y aun clasificado archivo OVNI de la Guardia Civil es, quizás, el banco de datos sobre fenómenos anómalos más importante. La llamada de aquel astrónomo aficionado a la Casa-Cuartel de Sada, que desencadeno este expediente es solo un ejemplo.

Así que volví sobre mis pasos y seguí la línea de mando de la Guardia Civil hasta la 611ª Comandancia de La Coruña. Mi fuente tenía buena relación con el cuerpo, ya que desde el mismo año 92, y aunque pocos lo saben, se realizaron varias reuniones con miembros de la Benemérita con objeto de recopilar los informes sobre OVNIs que pudiesen existir desperdigados en sus archivos. De hecho, en Marzo de 1993 se publica en la revista oficial del cuerpo una encuesta sobre incidentes ovni protagonizados por agentes de la benemérita, firmada por dos conocidos ufólogos.

En relación a lo ocurrido en Sada-Santiago-Barbanza, si existía alguna información oficial inédita, solo podía encontrarse en el despacho del General de la 611ª Comandancia. El problema es que, como demuestran los sellos que preceden todos los informes OVNI oficiales de la Guardia Civil, estos expedientes continúan clasificados como confidenciales. Pese a ello, los consejos de mi fuente y una buena dosis de suerte, me permitieron acceder a varios informes sobre OVNIs que se conservan en dicha comandancia. Destaca entre ellos la nota informativa redactada en la Casa Cuartel de Sada en relación a este incidente. Estoy seguro de que los aficionados a la investigación comprenderán el entusiasmo del autor al poder acceder a estos documentos clasificados originales, no fotocopias, en los que encontramos informaciones sorprendentes.

En dicho informe, además de exponerse las circunstancias que rodearon el avistamiento, con mucho mayor detalle que en el Expediente 891205 desclasificado por el Ejercito del Aire, se detallan las gestiones realizadas por un tal Manuel Carballal, sus cartas, llamadas y pesquisas en el Cuartel de Sada, con reiterado interés. De ese documento, destinado al Servicio de Información de la Guardia Civil, se deduce que el redactor del mismo se tomó la molestia de averiguar quien era Manuel Carballal, cual era su relación con la investigación OVNI. ¿Investiga la Guardia Civil a los investigadores?

Pero hay más. Esa información estaba incluida en la respuesta a un requerimiento de la Dirección General de la Guardia Civil, que había solicitado informes sobre el caso, en base a las comunicaciones dirigidas a este estamento por el Centro de Estudios Interplanetarios, quienes había descubierto la existencia de este caso tras mis primeras investigaciones y, con muy buen criterio, habían acudido a la dirección de la Benemérita para pedir a los responsables, agilizasen gestiones para documentar el incidente.

Lo interesante es que, en dicho informe, se incluía una carta de D. Vicente Juan Ballester Olmos , en la que, por primera vez en la historia de una amarga polémica, se reconocía la existencia de un preacuerdo laboral entre los ufólogos civiles y el Ejercito del Aire, para asesorar la desclasificación OVNI en España. Aquella carta de Ballester Olmos, que encontré en el expediente del caso, era la primera prueba documental sobre lo que, hasta entonces, era solo un rumor… que a veces se usaba como injustificado insulto para con el sector mas racional de la ufología. Pero ¿en que consistió exactamente ese preacuerdo?

Aquella carta, además, reflejaba el reciente interés de la Guardia Civil por facilitarnos sus particulares “expedientes-X”. Un valiosísimo universo documental que hasta hoy ha pasado totalmente desapercibido por la comunidad ufológica, y sobre el que ahora disponemos, gracias a esta fuente, de valiosa información.

Así pues, lo que se inició con un comentario inocente de mi piloto, y que inicialmente los responsables del Cuartel de Sada y del EVA-10 negaron, ocultaba interesantes informaciones para nuestro conocimiento del fenómeno OVNI…

Cuando comenté con mi fuente, entusiasmado, el éxito de las nuevas pesquisas, que aportaban aun más datos sobre el incidente protagonizado por los radares del EVA-10, me sorprendió con una nueva revelación… “Pues ya tienes otro caso desclasificado por el MOA en el mismo EVA-10.

El Expediente 01MACEN93. Pero esta vez los testigos son militares, y el informe tiene 122 páginas”. Aunque esta es ya otra historia…
Manuel Carballal
EOC nº 54