miércoles, junio 20, 2007

Videntes ¿pueden adivinar el futuro?

La primera experiencia orientada a verificar la confianza que podía ofrecer la respuesta de un oráculo nos la narra Herodoto (484-420 a. C) en una de sus obras. En “Historia de las Guerras Persas”, el célebre historiador griego nos detalla cómo, en el año 546 a. C., Creso, Rey de Lidia a mediados del siglo VI a. C y famoso por sus riquezas, dispuso enviar varios emisarios a distintos oráculos de Grecia y Egipto[1] con objeto de comprobar cuál de todos era el más fiable si era capaz de describir con acierto qué es lo que estaba haciendo el monarca ese mismo día.
Tan sólo la pitonisa del oráculo de Delfos, en las faldas del monte Parnaso, a cien millas de Atenas, atinó a responder, en su particular lenguaje hermético, lo siguiente: “Yo conozco el número de los granos de arena de las playas del mar; yo comprendo el lenguaje del mudo; yo oigo la voz del que no habla; mis sentidos están impresionados por el aroma de una tortuga que se mandó cocinar juntamente con la carne de un cordero, en una caldera de bronce, con tapa también de bronce”. Tal y como se había pronunciado la adivina, en aquellos instantes el soberano había troceado carne de tortuga y de cordero haciendo que los cocinasen juntos en una caldera de bronce.
Comprobada la eficacia del oráculo, el monarca consultó cuál sería el resultado de su batalla contra el ejército persa, entonces bajo el reinado del monarca Ciro. La respuesta de la pitonisa no pudo ser más explícita: “si haces la guerra a los persas, destruirás un gran imperio”. Y efectivamente así fue: cuando sus tropas desencadenaron el ataque contra Persia, el imperio del propio rey Creso se desmoronó.

“Oráculo de Delfos, ¿dígame?”
Atravesado el umbral del siglo XXI, los videntes continúan manteniendo su parcela de status en nuestra sociedad; siendo consultados por gentes de todos los estamentos y clases sociales: desde personas humildes hasta personajes famosos. Con cierta periodicidad, no hay revista o programa de televisión que no les dedique un oportuno espacio para recoger sus predicciones sobre cuáles serán las noticias más relevantes en un futuro inmediato sobre el mundo de la política, el deporte o la “prensa rosa”.
Hoy, el oráculo de Delfos ha cedido paso a las nuevas tecnologías: Internet y las famosas líneas telefónicas de tarifación adicional de videncia del 906 conviven con los clásicos sistemas de adivinación de siempre como el Tarot, las runas o la bola de cristal.
Sandra Burela, directora comercial de “Elite Esoterika”, primera publicación dedicada al patrocinio de líneas telefónicas de adivinación, opina que el esoterismo goza de muy buena salud incluso entre el público más escéptico: “Hasta el más incrédulo tiene tentación de leer el horóscopo. Lo más popular es consultar la tirada de Tarot, que llama la atención quizás más a las mujeres; aunque quienes trabajan en las líneas del 906 nos dicen que también reciben muchas llamadas de hombres. Parece que la mujer lo reconoce y lo acepta más”[2].
“No creo demasiado en los videntes, pero me dan mucho respeto”, es una máxima que suele escucharse con harta frecuencia incluso entre los más escépticos. Sin embargo, y como si se tratara de una necesidad inherente a su condición, el ser humano ha necesitado mitigar la angustia que le genera la incertidumbre de un futuro desconocido depositando su confianza en los vaticinios de augures y pitonisas. Tan sólo en la revista “Tu suerte”, una de las publicaciones de mayor tirada nacional, se anuncian cada mes casi trescientas líneas de videncia 906, lo que significa que existe una fuerte demanda social de este tipo de servicios.
Diariamente, a las consultas de astrólogos y videntes acuden todo tipo de personas, ansiosas muchas ellas por tratar de conocer lo que les aguarda el futuro. Quieren saber si aprobarán esas oposiciones que están preparando, si la persona de sus sueños les corresponde o si mejorará el delicado estado de salud de algún familiar...
Leonor Alazraki, una de las más prestigiosas cartomantes de nuestro país, reconoce el papel de “psicóloga” que se ve obligada a ejercer dentro de su profesión: “A los videntes acuden hoy hombres y mujeres, independientemente de su posición social o preparación. Por mi consulta pasan catedráticos, universitarios y personas sin estudios. Porque en todas las épocas el hombre ha querido saber de sí mismo, quiere conocer su futuro. Y es un tópico decir que las amas de casa son ignorantes o tienen escasa formación. La curiosidad, la desorientación, en ocasiones la angustia, motivan la búsqueda de ayuda. La tarea del adivino puede situarse entre las del psicólogo y la del sacerdote”[3].
Aunque los motivos que suelen impulsar a acudir a la consulta de un vidente responden a las necesidades básicas englobadas en el tópico “Salud, Dinero y Amor”; parece que las cuestiones relativas al plano de los sentimientos suelen ser las más habituales. Como muy acertadamente señala la sensitiva Pilar, del consultorio de Rossana: “Por muy mal que vaya la economía, los temas sentimentales son los más frecuentes. Lo que realmente a todos nos preocupa es el amor, aunque no tengamos dinero; sobre todo a nivel matrimonial. Lo que es el núcleo de la sociedad, es decir, las familias, están bastante desestructuradas, debido al exceso de infidelidades”.
A través de los arcanos del Tarot, Pili, como prefiere que la llamemos, asegura haber descubierto muchos casos de este tipo de “doble moral”: “En ocasiones descubres cosas que te sorprenden como mujer, como el caso de un señor que acudió a mi consulta y me dice que está casado y, efectivamente, ves que su matrimonio va genial y, sin embargo, descubres que este señor tiene una ‘vida doble’ y se acuesta con hombres”[4].

Los mecanismos de la videncia
Pero, ¿es posible que esas inquietudes obtengan respuesta a través del consultorio de un vidente? Para la realización del presente trabajo hemos accedido a que nos “echen las cartas” casi medio centenar de tarotistas. Esta experiencia nos ha permitido conocer a fondo cómo trabaja un vidente y qué tipo de relación se establece entre éste y la persona que acude a su consultorio. A partir de ahí, y aunque no descubriremos nada nuevo fuera del sentido común, hemos desarrollado un modelo teórico (dividido en tres niveles) y que, expresado desde el paradigma de la Psicología, permitiría explicar parte de lo que ocurre durante la consulta a un sensitivo, dejando abierta la posibilidad de que se produzcan auténticas manifestaciones ‘Psi’.
Desde el mismo momento en que una persona es recibida por el cartomante en su consulta, se establece una relación entre ambos. El tipo de conexión que se genera dependerá, por un lado, de la receptividad y las dotes sensitivas del vidente y; por otro, de la apertura mental y las expectativas del consultante. Dependiendo de cómo se conjuguen ambos, y del “feeling” que se establezca, se desarrollará el marco en el que se producirá la consulta, que puede alcanzar, por este orden, uno o varios de los siguientes niveles:

*Nivel intuitivo-deductivo (Paradigma ortodoxo: Psicología)
*Nivel de transmisión psíquica (Paradigma especulativo: Parapsicología)
*Nivel de manifestación precognitiva (Paradigma especulativo: Parapsicología)

El primer nivel está dentro del paradigma ortodoxo de la ciencia aceptada –en este caso, la psicología-, mientras que los dos siguientes niveles entran en el terreno especulativo de los supuestos fenómenos descritos por la parapsicología. A continuación vamos a describir cada uno de estos niveles, desgranándolos en cada uno de sus elementos:

*Primer nivel: Intuitivo-deductivo
Un vidente puede adivinar muchas más cosas de las que imaginamos haciendo uso de una buenas dotes de observación y aplicando, en la mayoría de los casos inconscientemente, la lógica más elemental. Como muy acertadamente señala Robert Tocquet, profesor de Antropología y miembro del Comité Directivo del Instituto Metapsíquico Internacional: “Puede decirse que la práctica del arte adivinatorio se presenta bajo dos aspectos: uno conjetural y otro adivinatorio propiamente dicho. Solo esta segunda forma de la videncia pertenece al ámbito paranormal. La “conjetura” es, en efecto, una operación racional, basada en un conjunto de deducciones lógicas que resultan de la fisonomía, el vestir, las alhajas, la actitud, la mirada, el modo de expresarse, las manos y la conversación”[5].
En realidad, reiteramos que aquí no vamos a descubrir nada nuevo que otros no hayan observado antes, nuestra única pretensión es “desmenuzar” el proceso de adivinación en una serie de elementos para configurar un modelo teórico explicativo. Para ello partimos de nuestras propias observaciones “de campo” y las conclusiones que se derivan, confrontándolas con lo que otros autores hayan observado antes y, cuando así fuere, remitiéndonos a lo que ellos mismos, mucho mejor que nosotros, hayan expresado en su momento.
a) Primera Impresión: De una manera inconsciente, y acostumbrado a tratar cada día con personas de todo tipo y condición social, el vidente obtiene una primera impresión de su cliente observando su fisiognomía (curiosamente la fisionomancia pretendía ser un arte adivinatorio en la antigüedad), sus gestos, su voz, su manera de vestir y algún detalle adicional (anillos, colgantes, etc..). Cualquiera de estos detalles puede revelar mucho de una persona.
Las uñas mordidas indicarán que la persona es nerviosa o está atravesando algún problema de ansiedad. La ropa, posibles joyas y, sobre todo, el reloj y el desgaste visible en los zapatos, sugieren cuál es el status económico de su propietario. También el acento y el uso de ciertas expresiones verbales son reveladoras de la procedencia y clase social de la persona.
Se puede creer o no en la adivinación del futuro a través de las líneas de la palma de la mano (quiromancia); pero es un hecho cierto que la observación de uñas, dedos así como el resto de la complexión de la mano reflejan mucho acerca de su propietario. Así, por ejemplo, una persona que trabaje en el campo o un obrero de la construcción tenderá a forjar una mano gruesa y ancha, muy diferente a la de quien ejercite sus dedos tocando el piano o tecleando un ordenador. Por todos es sabido que, incluso la manera de dar la mano en el saludo, nos aporta sustanciosa información sobre el temperamento y carácter de la persona.
A partir de todos estos elementos, el vidente podrá “intuir” suficientes aspectos de la persona tales como la clase social a la que pertenece, nivel intelectual, algunos rasgos de su personalidad y carácter, etc...
b) Atmósfera sugerente: Conocido el motivo que le trae hasta su consulta, el vidente depositará sobre la mesa su clásica baraja de Tarot. La imaginería de los arcanos, siempre sugestiva, acompañada de la parsimonia con la que el tarotista baraja y extiende el mazo de cartas, contribuyen a crear una atmósfera sugerente que alimenta una envolvente aureola “de misterio” en torno a la mesa camilla en la que se recibe al consultante.
La famosa clarividente Sybil Leek reconoce y explica, mejor que nadie, la importancia de conseguir una atmósfera adecuada en el velador de un consultorio que logre fascinar suficientemente al consultante: “Nada resulta tan intrigante como penetrar en la morada de un mago de la bola (de cristal) de la escuela antigua. La atmósfera rancia de otra edad, cargada de misterio, causa un impacto formidable tan pronto como el cliente cruza el umbral, tanto si se trata de un apartamento, un despacho o un nicho excavado en un muro, dentro del recinto de una feria (…) Generalmente, el cuarto está poco alumbrado, y de las paredes cuelgan muchos tapices. Las grietas suelen taparse con fotografías firmadas por los clientes, preferiblemente ya descoloridas...”[6].
c) Expectación: Conjugados entre sí, todos estos elementos acaban generando un ambiente de expectación en el consultante que -salvo que éste mantenga un escepticismo radical, por lo que no entenderíamos por qué ha ido a la consulta-, terminará predisponiéndole a la idea de que va a oír una serie de “revelaciones” sobre su persona y futuro inmediato que, de algún modo, están “escritos” en las cartas.
d) Contextualización: A partir de ahí, el cartomante comenzará a emitir una serie de afirmaciones vagas e imprecisas pero que serán escuchadas por el cliente quien, mentalmente, las situará en el contexto adecuado de su problemática, cubriendo las lagunas generadas por sus inquietudes.
Así, por ejemplo, mientras que el vidente se expresa diciendo vagamente: “Veo que tiene usted un asunto pendiente que encuentra numerosos obstáculos”; para el consultante resultará lógico que se refiere a esos trámites de divorcio que permanecen estancados o a la renovación de ese contrato de trabajo que la empresa ha postergado. Se produce así lo que podríamos denominar como una contextualización de ambigüedades que, más tarde, permanecerá en nuestra memoria ligada a un falso recuerdo.
Casi sin necesidad de ser invitado a ello por el cartomante, el cliente se encargará de “ayudarle” aclarándole de una manera más explícita toda esa serie de retazos “intuidos” a través de las cartas. De este modo, nuestro particular sensitivo obtendrá nuevas pistas sobre las circunstancias que rodean a la persona que acude a su consulta (si está casado, tiene hijos o su trabajo es o no estable, etc...), permitiéndole aproximarse de un modo más concreto a su situación particular.
Asimismo, atendiendo selectivamente a aquello que le interesa (que está asociado al motivo de su consulta), y a través de gestos inconscientes (acercarse a la mesa, asentir, etc...) el cliente tenderá, de una manera involuntaria, a reforzar los aciertos del vidente, lo que le permitirá orientarse en su “lectura” de las cartas. La observación atenta de estos gestos inconscientes así como de las reacciones que la persona manifiesta ante lo que el vidente le está expresando es lo que, en el argot del mentalismo, se conoce como “lectura fría”. De este modo, puede acotarse progresivamente el círculo sobre las cuestiones que interesan al cliente y advertir cuales son sus preocupaciones.
El antropólogo francés Robert Tocquet describe muy bien esta dinámica: “Algunos videntes utilizan igualmente una especie de mayéutica consistente en dejar caer, al azar, frases triviales entremezcladas con designaciones precisas: fechas, nombre de lugar, nombres de pila, nombres propios, etc. Ahora bien; una de esas frases o de esos nombres es casi seguro que evoque, en cualquier persona, acontecimientos vividos, imágenes de lugares o individuos. En cuanto oye un nombre conocido por él, el cliente reacciona con un asentimiento, con una confirmación, y añade por lo general algunos detalles nuevos. El camino queda indicado y la vidente se adentra resueltamente por él[7].
e) Respuesta Lógica: Es cierto que lo que muchos videntes adivinan del cliente está dentro de los márgenes de la lógica y el sentido común. Circunstancia ésta que es esgrimida por los más escépticos como un argumento más para tratar de reducir el fenómeno de la clarividencia a una simple manifestación de dotes deductivas. Sin embargo, también es lógico que las circunstancias de la vida cotidiana del cliente y que el tarotista debe “intuir” están, en la mayoría de los casos, encauzadas dentro de lo comúnmente consideramos como corriente; es lo que podríamos denominar como biografía tipo.
La vida de la gran mayoría de los mortales responde a parámetros muy similares. Casi todos tenemos las mismas inquietudes y luchamos por conseguir objetivos idénticos. En nuestra sociedad occidental, vamos al colegio durante la infancia para, posteriormente, labrarnos un futuro laboral que nos permita adquirir una estabilidad económica. Posteriormente, podemos elegir entre vivir solos o compartir techo con otra persona. En casi el 80% de los casos, la gente suele inclinarse por el deseo de fundar una familia, criar a sus hijos y hacer frente a una hipoteca.
Los problemas derivados de este marco de elecciones también suele ser bastante similar: dificultades para llegar a fin de mes, desavenencias con la pareja que pueden desembocar finalmente en separación o en el mantenimiento de la relación conyugal con las tiranteces habituales, preocupaciones por los hijos o, cuando ya se ha atravesado cierta etapa de la vida, preocupaciones por el estado de salud. En definitiva, que cualquier cuestión que se plantee al vidente podrá situarse dentro de la famosa tríada Amor-Dinero-Salud.
f) Memoria ilusoria o falso recuerdo: El consultante saldrá de la consulta con la sensación, incrementada a medida que transcurra cierto lapso de tiempo, de que, efectivamente, el vidente ha “adivinado” realmente detalles de su vida personal. Esto ocurre cuando se olvidan los pormenores de la entrevista mantenida con el cartomante y tan sólo se recuerdan los elementos emocionales sugeridos en el ambiente que describíamos al principio. En nuestra memoria se conserva mejor lo subjetivo (sensaciones y expectativas alimentadas por la atmósfera sugerida en el consultorio) que lo realmente objetivo (contenido real de lo que se ha dicho y escuchado en la entrevista), que se recuerda de manera distorsionada. Al mismo tiempo, la memoria selectiva del cliente tenderá a recordar mejor los aciertos que las ambigüedades o errores del vidente.
Al conjugarse todos estos elementos citados, puede generarse en la mente del consultante lo que en Psicología se conoce como paramnesias o falsos recuerdos que, “rellenando” las lagunas que suelen producirse en nuestra memoria, contribuyan a alimentar la sensación de que efectivamente, el vidente ha acertado en sus vaticinios. Este proceso también se conoce como relleno en retrospectiva.
g) “Intuición” profesional: Hasta aquí, hemos ofrecido una explicación “lógica” sobre los factores que intervienen durante una sesión de videncia, y propician que el tarotista realmente “adivine” cosas sobre el consultante, sin necesidad de recurrir a mecanismos extrasensoriales. Probablemente ésta, y no otra, sea la explicación que mejor encaje en la mayoría de los consultorios. Ahora bien, ¿podemos dar la razón a los más escépticos cuando afirman que los mecanismos descritos responden a una estrategia de “engaño” o de “fraude” por parte del vidente? La respuesta es un rotundo no.
El vidente que se dedica a ello profesionalmente, acumula a lo largo de los años una experiencia idéntica a la que puede adquirir un psicólogo en su consulta. De este modo, suple la dificultad de poder canalizar su “sexto sentido” siempre y en todo momento, haciendo uso de esa misma intuición que desarrolla cualquier profesional de la Psicología o de la Psiquiatría como consecuencia de su experiencia adquirida con el tiempo, tras haber recibido en su consulta a miles de personas. ¿Para qué esforzarse en usar una facultad extrasensorial cuando lo que preocupa al consultante puede ser adivinado de igual modo a través de esa “intuición”?
h) Beneficio terapéutico: Si el vidente ejerce su profesión de manera honesta –y la mayoría así acostumbran a hacerlo-, los consejos que éste pueda brindar a su cliente seguramente ejercerán un beneficio muy parecido a la orientación que ofrezca un psicólogo. En este sentido, los videntes desempeñarían una función social que merece destacarse; ejerciendo muchas veces de “psicólogos” para las clases sociales más desfavorecidas. Incluso cuando el tarotista no se muestra demasiado acertado en sus “intuiciones” puede llegar a ejercer una influencia favorable en su consultante. Lo importante no es lo que el vidente adivina sino lo que le expresa a su cliente.
En una conversación entre amigos, esuchamos en cierta ocasión el caso anecdótico de una joven que acudió a la consulta de una vidente motivada por los problemas que tenía con su marido, después de que la rutina y la monotonía mermaran su relación de pareja. La mujer, a través de las cartas, le expresó que su sensación estaba equivocada, pues su esposo la quería muchísimo, más de lo que ella pudiera imaginarse y que éste estaría dispuesto a sacrificarse por el amor que sentía, aunque no lo manifestara habitualmente. Tan convincente debió ser lo que la joven escuchó en la consulta que, nada más regresar a casa y cruzar el recibidor, se abalanzó sobre su marido comiéndoselo a besos. A partir de aquel día, la relación de pareja mejoró. En este caso, e independientemente de que la vidente acertara o no –que es un hecho que no debe preocuparnos-, probablemente con sus palabras ejerció una influencia conciliadora en un matrimonio que, como consecuencia de la rutina diaria, atravesaba por uno de esos habituales períodos de crisis.
En otras palabras, y como todo el mundo sabe, si te aseguran –o uno mismo asimila- que las cosas te van a ir bien, probablemente te convenzas de que es cierto y contribuyas, inconscientemente, a que mejoren[8].
Pero no todas las consultas a un vidente encuentran una explicación tan “racional”. Dando un salto hacia el terreno de lo especulativo –pues se trata de fenómenos no aceptados por el paradigma de la ciencia oficial- tal vez la parapsicología nos ayude a explicar qué es lo que ocurre en determinadas experiencias…

*Segundo nivel: Transmisión psíquica
El éxito de un vidente depende, en gran medida, de la predisposición favorable que manifieste el cliente a que “le adivinen el futuro”. Se desencadenan entonces una serie de mecanismos de transmisión psíquica o telepatía, muy difíciles de separar de los auténticos fenómenos de Clarividencia.
a) Predisposición psíquica: En Parapsicología hay una máxima según la cual, el escepticismo inhibe la manifestación espontánea de ciertos fenómenos. Como el lector ya sabe, experiencias realizadas en laboratorio con las famosas cartas Zener demuestran que los fenómenos de PES (Percepción Extra-Sensorial) se producen con mayor facilidad entre los sujetos que “creen” que la telepatía es posible frente a quienes abrigan mayor escepticismo, que son los que obtienen peores resultados –bautizados en Parapsicología como “ovejas” y cabras respectivamente después de que la doctora Gertrude Schmeidler de la Universidad de Nueva York midiera los resultados de PES entre creyentes y escépticos a comienzos de la década de los cuarenta-. Este hallazgo no está tan alejado del sentido común: en cualquier habilidad que se desarrolle, se obtendrá mayor rendimiento si se mantiene la confianza de que se va a conseguir el objetivo perseguido.
Esta ley es perfectamente aplicable a los fenómenos de videncia. Del mismo modo que una actitud escéptica se traducirá en una especie de “barrera psíquica” que bloqueará al sensitivo; la “apertura psíquica” que el consultante sea capaz de brindar permitirá establecer un mejor “contacto” entre ambos.
b) Feeling telepático: El “feeling” que se establezca entre sensitivo y consultante permitirá que se canalicen ciertos fenómenos de naturaleza telepática. La receptividad del vidente se convertirá en una “esponja” que recibirá todo aquello que el cliente quiera transmitirle referente a las experiencias que han marcado su pasado, las circunstancias con mayor carga emocional que rodean sus problemas personales en el presente, así como sus perspectivas y planes de futuro. Los posos del café, la bola de cristal o los arcanos del Tarot serán tan sólo una herramienta de trabajo que facilitará su concentración.
c) Manifestación de un futuro probable: Así, el cliente se sorprenderá de la exactitud con la que el sensitivo describe algunas experiencias de su pasado así como ciertos detalles que rodean su vida personal. En estos casos, el futuro vaticinado debe ser escuchado como un “futuro probable”, ya que está “contagiado” por las expectativas y temores que el cliente transmite telepática e inconscientemente al sensitivo. Lo que el vidente augura no tiene por qué ocurrir necesariamente, sino que dependerá de los planes y proyectos del particular que pueden inclinar el futuro en uno u otro sentido. En otras palabras: el futuro puede modificarse.
Pero, en algunas ocasiones, el sensitivo es capaz de augurar hechos y acontecimientos que, en principio, no eran previsibles que ocurrieran para el consultante, lo que descartaría una simple comunicación telepática. Estaríamos ante la manifestación de un fenómeno de mecanismos tan complejos como desconocidos...

*Tercer nivel: Manifestación precognitiva
Retomamos la definición clásica que sobre la Precognición nos ofrece el Premio Nobel Charles Richet (1850-1935) formulada en 1921: “Precognición es la indicación por un sujeto de un hecho que todavía no se ha realizado y que ninguna sagacidad, ninguna perspicacia permitía prever”[9]. En base a su concordancia temporal, la Parapsicología clasifica este tipo de manifestaciones en:
Precognición: Facultad de conocer directamente lo que sucederá en un futuro más o menos próximo.
Simulcognición (más conocida como Clarividencia): Facultad de conocer un acontecimiento que está sucediendo en aquel mismo instante.
Retrocognición: Facultad o conocimiento de un acontecimiento producido en el pasado.
Aunque es imposible pensar que todos los adivinos que se anuncian en los periódicos sean capaces de manifestar auténticas facultades de precognición siempre en cualquier momento y lugar, sí reconocemos que existe un porcentaje de casos en los que algunos son capaces de vaticinar hechos futuros cuyas probabilidades escapan a lo estadísticamente previsible.
En este caso, y para que lo consideremos un auténtico episodio de precognición, el suceso pronosticado debe escapar al margen de lo que el consultante pueda considerar como un hecho previsible en el marco en el que se desarrolla su vida cotidiana. Es decir, no resultaría significativo predecir a una mujer, que fuera joven y atractiva, que se tropezará con un apuesto pretendiente en breves semanas, ya que, simplemente, se estaría anunciando un hecho absolutamente natural y previsible dentro del futuro inmediato de la interesada.
Para que estos casos, poco habituales, se produzcan, deben combinarse una serie de factores: que el profesional sea un auténtico sensitivo y que se den las circunstancias adecuadas que propicien su concentración. Y nadie, por muy bueno que sea, está libre de cometer un error...
Pero es más, aunque el sensitivo “acierte” en su augurio, esto no es motivo suficiente para considerar que, realmente, se ha adelantado de un modo “extrasensorial” al futuro: el consultante puede autosugestionarse ante lo pronosticado e inconscientemente hacer que la “profecía” se cumpla. Los que somos aficionados a estos temas estamos acostumbrados a escuchar testimonios de quienes han conocido personas que han acudido a la consulta de un adivino y éste les ha pronosticado que iban a sufrir algún tipo de accidente que, finalmente, se ha producido. Cabe pensar más en la posibilidad de una autosugestión que en la de un vaticinio acertado.

La importancia del beneficio terapéutico
En la mayoría de las ocasiones, es más que probable que el vidente no “adivine” absolutamente nada, pero ejercerá sobre su cliente una auténtica labor terapéutica, mucho más recomendable que la de cualquier psicólogo. En una sociedad cada vez más fría y deshumanizada, los seres humanos necesitamos ser escuchados por alguien que nos brinde confianza y eleve nuestra autoestima. Es en estos casos en los que la experiencia del vidente, obligado a escuchar diariamente los problemas de los demás, le permite convertirse en psicólogo y consejero de la persona que acude a su consulta; orientándole, ya sea con las runas o las cartas del Tarot, a exponer sobre la mesa sus conflictos para ayudarle a recobrar la confianza perdida en solucionarlos.
En todo caso, y si es usted de los que se animan a acudir a la consulta de un vidente, lea primero las recomendaciones que le ofrecemos en el cuadro aparte. Se crea o no en ello, el mundo de la videncia es lo suficientemente sugerente como para acercarse a observarlo dejando a un lado el obstáculo de nuestros temores y prejuicios.

Cuadro:
Consejos para ir a la consulta de un vidente
Si usted también se anima a la experiencia de consultar un vidente, aquí le damos unos pequeños consejos que, quizás, le puedan ser útiles para evitar ser timado y le permitirán sacar un mayor provecho de su experiencia.
*Mantenga su mente abierta. Elimine prejuicios pero sin caer en la credulidad. Considere únicamente que va a experimentar un juego lúdico que puede ser sugestivo para usted.
*Si se considera una persona sensible, advierta al vidente de que no quiere conocer posibles hechos traumáticos que puedan ocurrirle en el futuro o que se los comunique de una manera dosificada.
*Calibre con relatividad lo que el vidente le vaticina. Lo que él le está “leyendo” en las cartas no tiene porqué ocurrir si usted hace uso de su libre albedrío y determina lo contrario.
*Desconfíe del vidente que sobreestima sus capacidades, hace ostentación de títulos rimbombantes o fija precios abusivos.
*En todo caso, desoiga las predicciones negativas y quédese siempre con las augurios positivos: haga todo lo posible para que éstos se hagan realidad.



Cuadro:
Psicología del vidente
El doctor Fernando Jiménez del Oso (1941-2005), pionero de la divulgación de estos temas en nuestro país, ya observó esta curiosa relación entre determinados cuadros médicos y la catalización de supuestas facultades psíquicas: “Hace algunos años –explica-, inicié en el hospital psiquiátrico donde trabajaba una investigación que las circunstancias han dejado interrumpida por el momento. Se trataba de demostrar, reuniendo el número suficiente de casos, que personas no dotadas de capacidad paranormal daban muestras de poseerla cuando enfermaban con cuadros en los que predominaba la angustia endógena. El camino podría conducir a resultados eminentemente ‘prácticos’, tangibles, puesto que la química de la angustia comienza a ser conocida, y si parece demostrar que las condiciones metabólicas generadoras de angustia endógena implican también la aparición de fenómenos paranormales, no se estaría muy lejos de la posibilidad de potenciar éstos. No se trata de una intuición, sino de la observación suficientemente repetida de la asociación angustia-paragnosis en la consulta ambulatoria”
[10].
Trazando un perfil sobre la naturaleza psicológica de los videntes, el doctor Jiménez del Oso concluye que son personas "hipersensibles, generalmente neuróticos, con problemas emocionales y dificultades en su entorno, situación que les produce inseguridad y compensan creando otras defensas. Posiblemente poseen condicionamientos bioquímicos determinados. Cuando abren consultorio, si demuestran su eficacia, se ven requeridos, necesitados, también queridos pero sobre todo útiles. La comunicación entre ellos y el cliente se establece a niveles hondos y afectivos. La videncia les salva y les recompensa. Cualquier persona que ocasionalmente se encuentre inmerso en un grave problema emocional, puede desarrollar un cuadro de videncia..."
[11].



Cuadro:
La opinión de los escépticos
Georges Charpak, premio Nobel de Física y Henri Broch, profesor también en dicha materia, reducen el fenómeno de la PES espontánea a una simple casualidad. Partiendo como ejemplo de los casos en los que alguien cree presentir la muerte de un ser querido, desarrollan una explicación estadística. Considerando una serie de estimaciones probabilísticas, calculan que, la probabilidad de que alguien se acuerde, por ejemplo, de un familiar del que no sabe nada desde hace años y que cinco minutos después reciba la noticia de que esta persona ha fallecido, es, aproximadamente de una posibilidad entre cien mil
[12].
Esta probabilidad es, ciertamente, muy baja. Sería, tal y como ejemplifican los autores, igual que si lanzáramos una bola al azar sobre un tablero de cien mil casillas y ésta cayera justo sobre la única de color rojo. Sin embargo, Charpak y Broch elevan esta probabilidad al considerar todo el censo de la población de un país, de lo que resultaría un total de más de diez casos diarios de supuesta premonición: “Suficiente –concluyen- para alimentar ampliamente la leyenda, sobre todo si recordamos que nuestras hipótesis de partida son muy bajas y que el valor real es claramente superior al encontrado. En otras palabras, resulta casi imposible no encontrar entre nuestros conocidos a una persona a la que le haya ocurrido algo así. Este tipo de sucesos premonitorios está pues muy extendido y no presenta ningún elemento de paranormalidad”
[13].
Hasta ahí, la explicación perfectamente válida argumentada por estos científicos sobre el supuesto fenómeno de las premoniciones. Sin embargo –y en nuestra modesta opinión-, Charpak y Broch pretenden zanjar de un plumazo el problema recurriendo a la pretendida trampa de las estadísticas. Eluden así el esfuerzo de buscar una causa para limitarse a reconocer la existencia de una mera correlación fruto del azar. Quizás esta manera de proceder no sea la más adecuada dentro de un protocolo científico.
Cierto que muchas “coincidencias” encuentran una fácil explicación recurriendo a la estadística. Pero, si aceptáramos como válido el razonamiento propuesto por Charpak y Broch no tendríamos que preocuparnos, por ejemplo, de analizar las causas por las que se ha estrellado un avión buscando ninguna “caja negra”. Bastaría con asumir el mero hecho estadístico según el cual, si de cada aeropuerto internacional despegan al cabo del año un total de cien mil aviones, es estadísticamente probable que, alguno de ellos, termine inevitablemente sufriendo un accidente. Sin embargo, cuando esto ocurre, en lugar de depositar la respuesta en un fatídico capricho del azar, se busca una explicación. Ésa, y no otra, es la intención de la Parapsicología.

Por Antonio Luis Moyano
EOC nº 54


NOTAS:

[1] La leyenda sugiere que fueron siete los emisarios que se desplazaron hasta los siete oráculos (seis griegos y uno egipcio).

[2] Entrevista personal, 24 de Mayo de 2002.

[3] Cfr. Alazraki, L. (1992). Columna de opinión recogida en el fascículo “Adivinos: la magia popular hoy”, nº 27 de la colección “Satanismo y Brujería: enciclopedia de las ciencias metafísicas”, vol. II, pag. 315.

[4] En entrevista personal el 1 de Diciembre de 2002.

[5] Tocquet, R. (1971), “El inventario de lo sobrenatural”, Enciclopedia Horizonte. (Editorial Plaza y Janés: Barcelona), pag. 82.

[6] Cfr. Leek, S. (1973). “El perfecto manual de la pitonisa”, (Ediciones Picazo: Barcelona), pag. 156.

[7] Cfr. Tocquet, R. (1971), "El inventario de lo sobrenatural". (Plaza y Janés: Barcelona). pag. 82.

[8] Es lo que en Psicología se conoce como “profecía autocumplida”.

[9] A pesar del tiempo transcurrido, casi todas las definiciones que hemos encontrado en las distintas fuentes consultadas sobre la palabra Precognición, son unánimes en aceptar la que ofreciera en su momento el célebre científico francés. Basten algunos ejemplos: Eysenck, H. J. y Sargent, C. (1984). Op. cit. p. 15: “La palabra Precognición significa conocimiento anterior, es decir, conocimiento de sucesos futuros que no pueden haberse obtenido por medios sensoriales o por un simple proceso de lógica”. Bonin, W. F. (1976). Op. cit, vol. 2, p. 646: “El tener conocimiento de un estado de cosas o de un acontecimiento futuros, que no se espera y que es imposible de reconocer con anterioridad. La especial dificultad de este fenómeno para el pensamiento radica en quecuando la experiencia precede al estímulo queda suprimida la causalidad”. Morel, H. V. y Dali Moral, J. (1977). Op. cit. p. 144: “Captación de un suceso futuro que no puede ser conocido por inferencia lógica. Puede tener lugar en estado de vigilia, o bien, durante el reposo (estado de sueño)”.

[10] Cfr. Jiménez Visedo, A. (1979) “Poderes Ocultos de la mente” (Ediciones Uve. Madrid). Introducción de Fernando Jiménez del Oso, pag. 9.

[11] Entrevista de Isabel Álvarez Villamil al Dr. Jiménez del Oso en Álvarez Villamil, I. (1990), "El inquietante mundo del vidente" (Ediciones Obelisco), pag. 319.

[12] Los autores parten de las siguientes premisas, según las cuales, a lo largo de un año, una persona normal suele recibir la noticia de diez fallecimientos en su entorno, y el recuerdo de alguien al que hace tiempo que no vemos se produce una vez al año. La posibilidad, por tanto, de que el recuerdo de una persona nos asalte en la memoria justo cinco minutos antes de que recibamos la noticia de su muerte sería de 1/105120.

[13] Cfr. Charpak, G. y Broch, H. (2003). “Conviértase en brujo, conviértase en sabio”, (Ediciones B: Barcelona), pag. 113.